Hoy os queremos demostrar que el estrés y el miedo nos pueden
afectar más de lo que nos creemos. Y que las recomendaciones que os hacemos de controlar las emociones , de intentar
relajarnos y tomar la vida de otra manera, no es por gusto.
Mucho más a menudo de lo que creemos, los síntomas físicos y
enfermedades tienen su origen en nuestras emociones. Eso no significa que no
sean reales o estén solo en nuestra mente. Significa que tus emociones pueden
llegar a enfermarte.
Existe un pequeño truco que nos puede ayudar en muchos casos a
determinar si una enfermedad o síntoma tiene un origen psicológico. Imagina,
por ejemplo, que tienes contracturas o dolores de cabeza. Cuando es de origen
físico (por ejemplo, una contractura tras un esfuerzo físico excesivo), el
dolor sigue un curso similar al de una enfermedad aguda típica o alguna herida:
el cuerpo reacciona y comienza la curación de inmediato, de modo que vas
mejorando día tras día hasta que el problema desaparece por completo en poco
tiempo. Sin embargo, cuando es de origen emocional, sigue estando ahí hagas lo
que hagas. Tu cuerpo intenta curarse pero no lo consigue, porque la causa sigue
presente, dentro de ti, en tu propia mente. Y mientras no vayas directamente a
esa causa, no lograrás hacer desaparecer los síntomas.
Cuando nos enfrentamos a algún tipo de presión, tanto externa como
interna, nuestro cuerpo reacciona a nivel psicológico o emocional ,aparece un
estado de preocupación o ansiedad, irritabilidad, ira, problemas para dormir,
tristeza, cansancio o problemas para concentrarse. A nivel físico puede
producirse un aumento de la frecuencia cardiaca, problemas digestivos, mareos,
contracturas, dolor de cabeza o espalda, sensación de falta de aire, sudoración
o dolor de cabeza.
En otros casos, es el propio modo de ser de una persona el que la
lleva a estar preocupada por prácticamente todo y reaccionar continuamente con
miedo y estrés ante cualquier contratiempo, imprevisto o problema, por pequeño
que sea. No es raro que estas personas tengan síntomas crónicos, como dolores
de cabeza, migrañas, hipertensión, contracturas, fatiga crónica o incluso
enfermedad cardiaca.
Los síntomas descritos se producen porque, ante una situación de
estrés, nuestro cuerpo se prepara automáticamente para luchar o para huir. Para
huir o luchar es necesario que los músculos se tensen, de ahí que las
contracturas y problemas musculares sean tan típicos en personas estresadas.
El corazón late más deprisa para llevar más
sangre y oxígeno a los músculos que van a necesitarla para huir o luchar, y la
respiración se acelera.
Nuestro cuerpo considera que debe enviar la
mayoría de sus recursos a los órganos que más lo necesitan en ese momento (los
encargados de la lucha o huida), de manera que hace que las funciones menos
necesarias en ese momento se vuelvan más lentas. Esto es lo que sucede con la
digestión. Si sientes miedo, las contracciones y secreciones del duodeno y el
estómago se inhiben, mientras que si sientes ira, se aceleran.
Esta es una respuesta diseñada para funcionar a corto plazo, que
nos permite afrontar de manera más efectiva una amenaza inmediata. El problema
aparece cuando el estrés se hace crónico, y esta respuesta se prolonga en
exceso. Cuando esos cambios fisiológicos se prolongan en exceso pueden acabar
causando daño y enfermedad.
El estrés hace que aumente la densidad de la sangre, y esto puede
aumentar la probabilidad de formación de coágulos.
Al estar disminuida la respuesta inmunitaria,
aumenta la probabilidad de padecer infecciones.
Cuando aparece una célula cancerosa, un sistema
inmunitario sano la destruye. Si este sistema está inhibido por el estrés, la
probabilidad de cáncer es mayor.
Al estar afectado el aparato digestivo por el
estrés, pueden aparecer dolor abdominal, estreñimiento, diarrea, acidez de
estómago, úlcera, etc.
El estrés puede hacer que la probabilidad de
abortar aumente en un 50%.
Los síntomas similares a las alergias que
padecen algunos trabajadores de oficina (asma, dolor de cabeza, eczema, sinusitis)
y que se ha dado en llamar síndrome del edificio enfermo, puede ser en realidad
una consecuencia del estrés.
El dolor de cabeza es un síntoma muy típico
asociado al estrés. Es un dolor producido por tensión muscular. Hay personas
que tienen una predisposición biológica a convertir el estrés en tensión
muscular.
El estrés puede ser también el causante de la
migraña, aunque en este caso, el dolor aparece una vez que la causa de estrés
ha desaparecido
Aquí os dejamos algunos consejos para intentar relajarnos y
quitarnos un poco ese estrés:
Mover los labios curvándolos hacia arriba. Sí, eso. Sonreír. Ese
gesto que puede parecer intrascendente transmite al cerebro un mensaje similar
a: “Todo va bien.”
Antes de dormir, meter los pies en agua calentita durante cinco
minutos.
Dejar de hacer varias cosas a la vez. ¿Qué es eso de planchar
mientras se habla por teléfono y se vigila la comida de la cocina? De acuerdo.
A veces no hay más remedio, pero hay que tratar de que sean pocas veces.
Respirar bien (inhalar-exhalar). Cuando se está apresurado o tenso,
se retiene más el aire sin que uno se de cuenta. Eso mismo produce malestar.
Agarrar el dedo pulgar de una mano de tal forma que quede envuelto
por la otra mano. Duración: de tres a cinco minutos. Después, cambiar de mano.
Esta postura calma la ansiedad.
El viaje mental. (Una de mis preferidas.) Toma unos minutos para
visualizarte a ti mismo sonriendo, tranquilo y cómodo en un entorno agradable.
Esperemos que os ayude…..